Mi agradecimiento más sentido.
LAS MANOS DE C
Las manos de C. hablan
con dulzura, sutileza. Ternura. Y sus palabras siguen ese ritmo corporal que perfilan
su trabajo como una rúbrica antigua. Escucharlo es mirar sus manos también. Es
sentir el aire que las envuelve, las vibraciones que conmueven, el vacío que
nos toca el corazón. Unas manos generosas, que en su pequeña grandeza nos
muestran el camino, sin caminarlo por ti. Las manos de C. no son grandes. Ni
tampoco pequeñas. Son bellamente imperfectas. Sus dedos danzan al compás de una
música inmemorial. Calurosas en momentos de recogimiento, decididas para dejar
ir. O llegar. O parir.
Me gustan las manos de C.:
hablan con dulzura de la gentileza del saberse Ser.
LA CURIOSIDAD
M. conserva la curiosidad
del niño que sigue jugando. Su talle
robusto y los pies anclados en el barro le regalan una suerte de elegancia
primaria que, a ratos, parece incomodarle. A veces se rasca el dedo meñique, y,
otras, se palpa la cabeza rala mientras se sonríe a escondidas creyendo que no
lo ven. M. es grande. Muy grande. Su
fortaleza surge de un lugar lejano donde el tiempo ya no es. Y pisa fuerte allá
por donde pasa. Su pisar, sin embargo,
es también gozoso, flexible, curioso. Juguetón. Está en su mirar, ese recuerdo
de la compasión universal.
LA POÉTICA DEL ESTAR
Revivir la experiencia del
encuentro con la mujer de cuerpo grácil es como volver a casa tras unas largas vacaciones.
Escucharla contar, y no hasta diez ni hasta mil, es perder la relevancia del tiempo.
Sentirse bienvenida en la poética de un susurro, de una palabra justa. De un
acuerdo tácito. Su sabor es poesía y su estar, una inspiración de la calma.
AFIRMACIÓN VITAL
Hay un algo que no sé lo que es pero que, si algo es, es un sí. Mirarla es valorar la belleza y la dulzura. La fuerza y la determinación. Prendarse del magnetismo de la luz de su mirada. La agilidad en su caminar y la certeza en sus palabras. Mirarla es apreciar la empatía de quien camina con tus zapatillas de estar por casa. Cercana, parecida en la humanidad del sostenerse sobre sus propios pies. Ella es un rotundo sí de la afirmación vital .